domingo, abril 14, 2019

"El Alma Ibérica (de Teixeira de Pascoaes)" - Luis Leal in "Rayanos Magazine"



En los últimos meses, veo, empíricamente, que el alma de mis pueblos (el portugués, por nacimiento, y el español, por adopción) es una capa de algo bastante más profundo que se adentra por la Península, se enraíza en una tierra sin naciones, se sumerge en una Iberia que está en el ADN de nuestro más antiguo patrimonio.


Esto (¡de qué me doy cuenta camino de mis 40!) no es nada nuevo, ni creación original mía. Es bastante antiguo y encuentra su origen en el siglo XIX, en nombres tan interesantes (e ilustres) como Oliveira Martins, Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno o Teixeira de Pascoaes.

Hace años que conozco a Teixeira de Pascoaes, incluso lo estudié en mi época de universitario. Sin embargo, al contrario de lo que pasa con otros autores (como Fernando Pessoa o Antonio Machado, por ejemplo), solo la madurez que me tiñe de canas me ha permitido conectar verdaderamente con el pensamiento del poeta del Saudosismo portugués.

No penséis que me he vuelto saudosista. Confieso que todavía no pertenezco al gremio de Pascoaes, pero no dejo de reconocer su manera de concebir al alma ibérica como una de los más interesantes de toda la historia del ideario iberista.

Los nacionalismos y los independentismos están, como hace un siglo, de moda, y os debo decir que el señor Teixeira de Pascoaes era orgullosamente portugués, autor, incluso, de una obra llamada El arte de ser portugués, pero jamás abdicó de una visión plural que está en los cimientos de su pensamiento peninsular.

 Una buena manera de conocer dicha visión es a través de la lectura de su El Alma Ibérica. Este texto (del que se dice fue escrito para introducir metafóricamente la publicación del epistolario con Unamuno) es, en palabras de Cândido Franco[1], una de aquellas puras ideas que brillan en lo alto e intangible cielo de Platón, pero una idea corpórea, con hueso, carne, sangre y músculo, es decir, piedras, tierra, aguas y montes, esa microtierra que viene desde los Pirineos hasta el Atlántico.

La prosa elegante de Franco, por otras palabras, nos enseña que el iberismo de Pascoaes se exprime a través de la síntesis en las almas y espíritus peninsulares, contradictorios, es verdad, sin embargo, compatibles. El Alma Ibérica, inédito hasta 1971, nos enseña una Iberia dual, entre el idealismo y el pesimismo, entre la belleza clásica, instituida por la historia, y una fealdad, asumida como hermosura incomprendida.

Esta dualidad irrumpe del texto y cruza Cataluña, País Vasco, Castilla, Galicia y Portugal, llegando, a través de la geografía peninsular, al más íntimo del alma ibérica, a su manera de pensar y actuar casi de manera bipolar, pues, si por un lado el espíritu ibérico impulsa actos de nobleza inmensa, también conoce la furia inquisitorial de Torquemada y el deleite con la muerte del toro en la arena.  

Para mí, lo más interesante de la visión del maestro de la saudade es ver cómo su binomio divino/humano se hace en lo femenino y solo, posteriormente, recurriendo a figuras icónicas como D. Quijote o Sancho Panza, alcanza el capricho masculino:

Si la pasión divina es Santa Teresa, la pasión humana es Soror Mariana, Ávila y Beja, Teresa y Mariana – la Santa y la Soror -, toda Iberia. Hay Santa Teresa en D. Quijote y Sancho en Soror Mariana -, un Sancho sin Panza, claro que la panza de Sancho existió únicamente como faceta satírica de la fantasía de Cervantes. (...)
¿Será D. Quijote una caricatura masculina de Santa Teresa? ¿Y Sancho de Soror Mariana, sin embargo, ambas exageradas hasta la última de las hipérboles? Y aquí está la razón por que Miguel de Cervantes es el genio supremo de la Iberia.[2].

El autor de A Saudade e o Saudosismo reconoce la maternidad de su iberismo en dos madres clausuradas en sus condiciones de sagrado y profano. Por un lado, Santa Teresa de Ávila, la ascesis del espíritu ibérico, y, por otro, la monja de Beja, enamorada de un oficial francés, Soror Mariana de Alcoforado, cuya alma ansiaba el lado más sensitivo de la existencia. Independientemente de tipo de maternidad, ambas mujeres representan al amor humano.

Esta dualidad se completó con una cuestión retórica, en la cual Pascoaes encuentra el espíritu cervantino, elevando al autor de El Quijote a patriarca del genio supremo, impar en toda la historia ibérica.

Es evidente que el iberismo de Pascoaes adviene de la paradoja. Su alma ibérica, marcada por la contradicción, evoca el alma (o genio) peninsular de la História da Civilização Ibérica de Oliveira Martins, profundizándola en una concepción de vida que no renuncia al sueño, por tanto, no rechaza el contrasentido de encontrar un Felipe de piedra negra (...) en un mendigo castellano o un fantasma del rey Sebastião en un mendigo de Coimbra.
Pero, aprovechemos la siguiente cita de Teixeira de Pascoaes para ilustrar mejor este ideario tan paradójico como auténtico:

El alma ibérica es una Bruja y tiene un pacto con el Demonio; es Santa y abraza el cuerpo de Jesús. ¿Cómo se van a entender la Santa y la Bruja? Cada ibero es una guerra civil permanente, un choque de contrastes de raza, en que se destacan el morisco y el celta, el bosque druídico y el desierto mahometano, todo en un fondo remoto, palpitante de sombras misteriosas. Por eso el carácter del ibero, violento y vano, señor de un mundo, que se le escapó de las manos abiertas, y en la posesión imaginaria de un cielo intangible, en un delirio de grandezas -, llama solamente humo, o agua solamente espuma...[3].

            Si mi estimado lector ha llegado a estas líneas, quizás ya esté casi de acuerdo conmigo en que hay que tener canas para conectar con Pascoaes. Leerlo exige algunos conocimientos previos, bucear en la profundidad de las palabras e, incluso así, muchas veces no entenderemos lo que el autor nos parece querer decir.

            Muchos ven en esta dualidad reconocida por Pascoaes algo malo. Hay incluso gente, como el presidente de Méjico, que recurre a nuestro pasado más tenebroso, pero lejano, exigiendo disculpas. Está en su derecho, pero yo, siglos después, no se las pediría.

            Personalmente, me despierta más la atención este presente exigiendo que el yo expulse al otro, y, en este caso, no me refiero al migrante o al refugiado, me refiero al otro que existe en cada uno de nosotros mismos.

            Byung-Chul Han[4] lo manifiesta (mejor que yo seguramente) cuando identifica que la globalización exige la superación de las diferencias entre las personas, pues cuanto más idénticas sean, más veloz es la circulación del capital, de las mercancías y de la información. Dicha tendencia responde a una falsa igualdad para justificar el consumo (de lo que sea).

            Esto hace que los tiempos en que existía el otro, la dualidad que Pascoaes identifica, nuestra perfección o imperfección (que, sin juicios de valor, es el misterio del alma), se sustituya por lo igual.

La proliferación de lo igual (no confundir, por favor, con igualdad de derechos humanos), presentada como progreso y crecimiento trae patologías ocultas a nuestra esencia histórica, acabando, al menor descuido, por matarla.

            El alma ibérica de Teixeira de Pascoaes es única, como la suya, o la mía, estimado lector. La esencia está en su dualidad. Reconocerlo no nos convierte en malas o peores personas, cuanto más enseña alguna honestidad y eso, afortunadamente, no conoce país, lengua, fronteras o ideologías, solo tiene raíces.

Hay quien dice que el alma tiene 21 gramos. Que no nos quitemos ese peso de encima tan pronto, que lo guardemos nuestro, original y transmisible a quien la quiera conocer.
  



[1] Cf. António Cândido Franco, “Pascoaes Ibérico”, publicado en Suroeste, Relaciones literárias y artísticas entre Portugal e Espanha (1890-1936), editado por Antonio Sáez Delgado y Luís Manuel Gaspar, SECC-Ministerio de Cultura/MEIAC/Assírio&Alvim, I, 2010, pp.143-151.

[2] Cf. Teixeira de Pascoaes, A Saudade e o Saudosismo – Dispersos e Opúsculos (compilação, introdução e notas de Pinharanda Gomes), Lisboa, Assírio&Alvim, 1988. pp.251-252. (trad. Luis Leal)
[3] Ibidem. p.255 (trad. Luis Leal).
[4] Byung-Chul Han, A Expulsão do Outro, Lisboa, Relógio D’Água, 2018.

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