quinta-feira, maio 20, 2021

"Memoria de los árboles" – Luis Leal (in "Moñino Times", trad. Adolfo Rodríguez Fernández, mayo, 2021, pp. 46-47)

"Memoria de los árboles" – Luis Leal (trad. Adolfo Rodríguez Fernández)

Naranjo (Citrus sinensis): El sol de tu infancia brilla entre las ramas de un naranjo y los días pasan lentos al sabor de las naranjas cogidas de camino a la escuela. Quedan atrás un rastro de cáscaras y olor alegre en los dedos.

Plátano (Platanus orientalis): Se ve bien desde la ventana donde tu tronco desnudo se configura como una extensión del árbol de la plaza. Te abraza la desnudez del otro y se suma a tu mirada la perspectiva de una pareja envejeciendo de la mano hasta el día en que este plátano se seque.

Castaño (Castanea sativa): “El camino es una metáfora de la vida” te dice el peregrino rumbo a la ciudad del apóstol. Aprecias la buena compañía y vas para el mismo lugar. Como la verdad, te gustan las castañas crudas, cortadas con la frugalidad de la navaja que tus antepasados te pusieron en el bolsillo.

Pino (Pinus pinaster): Don Dinis labró los primeros versos en tu memoria y acabaron por llevarte al Atlántico de Afonso Lopes Vieira. Al llegar a la orilla del mar, con la mansa protección de los pinos que te enseñan a ver el verde del bosque, te sumerges, pero sin descalzarte nunca tus botas plagadas de reminiscencias telúricas.

Higuera (Ficus carica): Entiendes la razón por la que Siddharta se sentó debajo de una higuera. El espíritu enrama con la generosidad y de ahí brota el mejor de todos los frutos, el de la simplicidad. Ya plantaste varias y muchas perecieron, sin embargo, dos enraizaron y sustentan todos los futuros posibles: el de tu tío Leal y el que te ofreció la meseta peninsular.

Olivo (Olea europaea): La prole del zorzal persiste en la aceituna cogida, rajada y aliñada debajo de los ramos de un olivo plantado y regado por un romano de antaño. El sabor del fruto y la calidad del aceite recuerdan que la inteligencia fue la que inventó el tiempo medido y que solo acaricias lo que de más superficial supone ese tiempo. El ahora, en la compañía de este árbol milenario, olvida las escalas temporales y es simplemente vida.

Alcornoque (Quercus suber): Se secaron las mil fuentes de la Sierra de San Pedro y aún así insistes en matar la sed con ese viejo cuenco, cuyo corcho fue trabajado por un catalán de San Vicente de Alcántara.

Cerezo (Prunus nipponica): Eres testigo de como el samurai planta un cerezo consciente de honrar la mutabilidad de su ser, y termina contemplando las palmas de sus manos, callosas por la empuñadura de la espada y por el mango de la azada.

Encina (Quercus ilex rotundifolia): Matriarcales las llamaba Unamuno. Para quien no cree en apariciones eres muy devoto de este árbol, talvez porque sabes, como el filósofo  vizcaino, que su bellota alimenta al más ibérico de todos los animales, el cerdo.

Almez (Celtis australis): Confinado el cuerpo en la ventana de una era pandémica, te asomas a lo que tienes y a lo que puedes, observando como la ambición se desvanece. En la prohibición de todo, tu libertad es la discreta textura de las hojas de cualquier árbol que contendrá la sabia de los afectos que plantes.

Almendro (Prunus dulcis): Te escuchó, en alto y buen sonido, diciendo que estaba seco y que lo mejor sería cortarlo. A pesar de no ser majestuoso, era digno de su vejez y de la sombra que proyectaba más allá de todo lo que podrás ser. En silencio, acompañó una estación más e indultó tu presunción, enseñando que tiene alma y te presta atención. Por eso, el viejo almendro, aquel que creíste muerto, floreció hermoso y te dio las mejores almendras de siempre, como para enmendarse de la sequía del año anterior.

Tilo (Tilia cordata): Piensas en la necesidad de talar el árbol para construir el mástil. Los argonautas te enseñaron que navegar es preciso y vivir no es preciso, pero, a la sombra de este tilo del jardín, prefieres un Chesterton sedentario alertándote contra el radicalismo de aquellos que piensan que se puede arrancar una raíz sin afectar a la flor.

Texto original: Luis Leal, “Memória das Árvores” (trad. Adolfo Rodríguez Fernández), Revista Mais Alentejo, nº155, Janeiro/Fevereiro, 2021, p. 40.



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