Empezó su carrera en el ciclismo profesional con 25 años después de cumplir el servicio militar en Mozambique donde combatió en una guerra inútil que le dejó cicatrices en el cuerpo y seguramente en el alma. Se llamaba Joaquim Agostinho (1943-1984) y fue el mejor ciclista portugués que el siglo XX conoció, pero su gente siempre lo recordará como una "fuerza de la naturaleza con un corazón de oro". Su memoria sigue viva en el "Museu do Ciclismo Joaquim Agostinho" de Torres Vedras y en las bicicletas urbanas de esta región: las "Agostinhas". La foto habla por sí misma.
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