En un día de horizonte limpio y soleado, en lo más alto mirador de la ciudad de Coria, me encuentro cuatro ancianas tomando el sol de espaldas para el paisaje turístico A lo mejor, para ellas su tierra, su día a día no tiene nada de turístico ni de interesante para activar (o reactivar) su curiosidad.
Poco hablaban. Tomaban el sol de espaldas, con la paja caliente de su sobrero de febrero sentado en una silla de playa.
Las saludé. Me contestaron el saludo en unisono educado. Fingí que fotografiaba el entorno, o no. Este era también mi entorno. Y desde el más alto del mirador me acerqué a ellas con el objetivo y me quedé también con su horizonte.
La pared.
En ese momento yo era el quinto anciano.
Solo se me había olvidado el sombrero de paja en casa...
1 comentário:
Hermosa reflexión, amigo Luis. Esa imagen que muestras también la he encontrado en alguna ocasión. Tal vez ellos prefieran relejarse y huir de miradas extrañas: simplemente sentir el sol en el rostro y en las manos. Saludos.
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