sábado, junho 27, 2015
sexta-feira, junho 26, 2015
sexta-feira, junho 19, 2015
Reflexión sobre el humanismo
¿Qué es el humanismo? Me parece que es un compromiso con el sentido común.
segunda-feira, junho 15, 2015
Esses loucos baixinhos (Joan Manuel Serrat)
Com uma tradução, de uma canção de Joan Manuel Serrat,
sinto em português aquilo que não fui capaz de escrever. Os meus loucos
baixinhos…
Esses loucos baixinhos (Joan Manuel Serrat)
Com frequência os filhos parecem-se connosco
e assim nos dão a primeira satisfação;
esses que se mexem com os nossos gestos,
agarrando-se a tudo quanto há ao seu redor.
Esses loucos baixinhos que se erguem
com os olhos abertos de par em par,
sem respeito por horários nem por costumes
e aos que, por seu bem, (dizem) há que domesticar.
Menino,
deixa já de chatear-me com a bola.
Menino,
que isso não se diz,
que isso não se faz,
que isso não se toca.
Carregam com os nossos deuses e o nosso idioma,
com os nossos rancores e o nosso porvir.
Por isso nos parece que são borracha
e que lhes bastam os nossos contos
para dormir.
Empenhamo-nos em orientar as suas vidas
Sem saber o ofício e sem vocação.
Vamos-lhes transmitindo as nossas frustrações
com o leite morno
e em cada canção.
Nada nem ninguém pode impedir que sofram,
que os ponteiros avancem no relógio,
que decidam por eles, que se enganem,
que cresçam e que um dia
nos digam adeus.
[trad. Luis Leal]
sábado, junho 13, 2015
Moñino Times nº9 (ISSN 1699-9509)
Projectos deste tipo, com poucos meios, organizados e desorganizados por programas e currículos por cumprir, alterados hormonalmente, ingenuamente vanguardista e adolescente, têm tanto mérito como outras revistas culturais e literárias que por aí circulam.
Para mim, é uma honra colaborar num espaço escrito que poderá conter os grandes nomes da letras do amanhã. Apenas sou mais um dos que participaram nesta edição da Moñino Times nº9, com as hormonas um pouco mais organizadas, talvez, mas sei que este projecto não seria o mesmo sem um grande Antonio Carrasco e uma enorme Marta López. Obrigado por me ajudarem a acreditar que vale a pena! (E não é que o Pete Seeger começou a assobiar o "hino da alegria"!)
terça-feira, junho 09, 2015
Ensayo de presentación del libro “Pessoa y España” de Antonio Sáez Delgado
No hay intelectualidad, ni generación que
aspire a dicho status, que no se haya reunido alguna vez en un espacio de
tertulias, con ese ambiente improvisado, o, en la peor de las hipótesis,
emulado.
De país para país, de clima en clima, de
latitud en latitud, las cabezas que se asumían pensantes interpretan su
instante a partir de mesas de cafés, barras de bares o para quórums extasiados de cervecerías como
lo hacía un señor alemán con un bigote raro.
Su presencia se hacía pública, se firmaban
manifiestos, se redactaban versos, se daban discursos, el presente se peleaba con
el pasado en revistas y libros, pero nacían movimientos, vanguardias y
revoluciones tan comprometidas con ismos como con egos.
Hace exactamente 100 años, en 1915, en el
reducto urbano de Lisboa, una brillante generación ganó un nombre de revista,
la misma que albergaba su interpretación del tiempo presente, que el proprio
tiempo convirtió en estética y marco fundamental de la historia de la
literatura portuguesa. Mejor, me retracto de la afirmación anterior, simplemente
diciendo de la literatura, consciente del peso universal que la palabra tiene.
Cien años, un siglo, es la huella que la
revista Orpheu tiene para la literatura y filosofía del siglo XXI. Cien años
con el futurismo de Almada Negreiros convencido por su anti-Dantismo que lo
acercaba bastante a España: “Si Dantas es portugués, yo quiero ser español”. Cien
años con Mário de Sá-Carneiro, deprimido pero con estilo, porque si un
intelectual se tiene que suicidar que lo haga en Paris. Sá-Carneiro lo hizo,
seguro de la bibliografía de cinco frascos de arseniato de estricnina. Y cien
años con Fernando Pessoa, multiplicado por sus aparentemente infinitos
heterónimos.
Otros nombres también se encuentran
connotados bajo el signo de Orpheu, pero son estos tres, con especial
relevancia e interés para la figura literaria de Pessoa, que sobresalen. Nunca
la problemática de otros egos, otros “yo”, hubiera surgido de manera tan
original en la literatura, al punto de hacer la propia biografía del autor tan
secundaria que apenas interfiere en la genialidad creativa de su obra.
El compromiso se hizo con el arte, con las novedades
emergentes de los comienzos del siglo XX. Un compromiso personal, de autor,
minoritario pero contradictoriamente gregario, nunca ajeno a los medios por los
que la modernidad permite divulgar una obra. A pesar del carácter
mayoritariamente póstumo de la obra de Pessoa, el autor siempre reconoció
importancia a todos los medios de divulgar la labor del artista.
El mérito pionero de Fernando Pessoa, así
como de los cien años de la revista Orpheu, nos llega a 2015 con el peso del canon,
como emperador de las letras lusas, de nostalgias o de vicios. Su noción de
modernidad se hace contemporánea en una literatura que no se quiere sentir “infoexcluida”,
que ya no se escribe a pluma, de pie apoyada a una cómoda de insomnio, pero que
se bloguea o tuitea desasosegadamente en cualquier muro de una red social.
Esta analogía con el presente nos lleva a la
red epistolar que llevó Fernando Pessoa a España o al revés, que creo que
tampoco queda mal y que Antonio Sáez no se va a enfadar conmigo por eso, es
decir, que trajo España a Fernando Pessoa.
Se sabe que el autor de los heterónimos
escribió a Miguel de Unamuno presentándole el primer número de Orpheu, con “la
absoluta conciencia de la originalidad y elevación”, no teniendo ningún
escrúpulo en decirlo. No hay indicios
que D. Miguel le haya contestado. La generación del 98 en España sería como la
generación de escritores y hombres de letras que actualmente no se mueven por la
vorágine del mundo de internet, de expresión analógica, que no tienen ni tiempo
ni ganas de mediar las nuevas generaciones digitales.
Sin embargo, la juventud inquieta de jóvenes
poetas ultraístas de Adriano del Valle, Rogélio Buendía y Isaac del
Vando-Villar, usando la terminología de cien años vueltos en el futuro,
aceptaron la petición de amistad de Fernando Pessoa y, sin una recepción fulgurosa,
el experimento Orpheu y el modernismo portugués llega a España. Parafraseando
Antonio Sáez “nos encontramos ante uno de los momentos más apasionantes de la
historia literaria en el contexto ibérico, que nos ofrece la posibilidad de
utilizar una perspectiva de análisis múltiple y dinámica, que participe en
paralelo de las herramientas de la historia de la literatura y de la literatura
comparada”.
La analogía peca tanto de simplista como gana
fuerza al ser actual, aún más si se divulga en una red social. Todos los días se genera literatura en
formatos predominantemente digitales, se desdobla en innumerables géneros, de
calidad discutible y con críticas igualmente discutibles, llegando la misma a
un público tan amplio que ninguna generación literaria, gregaria, libertaria,
de tertulia o ermitaña podría imaginar.
Mientras leía “Pessoa y España”, me imaginaba
a estos jóvenes ultraístas y al autor de los heterónimos, cuya voluntad de
internacionalizar las literaturas de sus países era palpable, con la humildad
de los medios con que contaban entonces, y como las circunstancias de su
presente acabaron por condicionar de forma evidente la recepción de la obra de
Pessoa en España.
El tiempo no estuvo de su parte entonces.
Pessoa en su relación epistolar con sus congéneres españoles, mantuvo, como era
típico de su persona, su genio poético y literario oculto, a pesar de su
intento, algo sutil, de publicar en España.
Las circunstancias se encargan de que Pessoa
fuera visto en esa relación epistolar como un crítico literario o, de manera
aún más explícita, divulgador de otros autores contemporáneos suyos de la
literatura portuguesa.
En “Pessoa en España” estamos ante una
investigación cuidada, donde la búsqueda exhaustiva en los fondos originales
por parte del investigador, con innumerables ejemplares epistolares inéditos,
es evidente desde la primera página hasta la última de este libro.
Todos los capítulos son de un rigor
científico asequible a cualquier tipo de lector debido a la pluma amena de
Antonio Sáez, que tiene notas de pie de página igualmente placenteras como
motivantes para que uno se sumerja en más aspectos interesantes de la
literatura comparada.
No me cabe la menor duda de que esta era ya
una publicación necesaria en el ámbito de los estudios pessoanos y de la
literatura comparada, además con una característica que la hace aún más
interesante, esa complicidad entre literaturas, al cual da igual el tiempo que
duró, puesto que hoy es patrimonio peninsular.
Voy a usar un capítulo de este libro para
presentar al autor del mismo. El capítulo 4 “Balizas para la recepción de
Fernando Pessoa en España”. Quiero usar este capítulo, encerrado en la
publicación de un libro, para que no se me acuse demasiado de parcialidad, de
aprecio intelectual y de amistad por Antonio Sáez Delgado, puesto que el
conocimiento y el ejemplo humano del autor desde mi paso por la academia son un
ejemplo para mí.
Tengo una anécdota, en este contexto incluso
me permito acercarme al falso amigo en portugués, que significa chiste, de mi
juventud de fan de Joaquín Sabina. Antonio, en sus clases de literatura
comparada, nos daba la libertad de hacer trabajos sobre los autores que
quisiéramos de lengua española y yo, por aquel entonces, estaba enamoradísimo
de Sabina, en especial de su “Hombre del Traje Gris”.
Javier Menéndez Flores en la biografía de
Sabina, “Joaquín Sabina – Perdonen la Tristeza”, hace referencia, o recolecta,
textos de gente de la intelectualidad de entonces y, un periodista, de cuyo
nombre no quiero acordarme, hace una referencia descontextualizada de una
amistad con James Joyce. Mi falta de
preparación, de conocimiento, mi ingenuidad mezclada con seudointelectualidad,
además sin el acceso a la red que nuestro presente nos permite para contrastar,
de inmediato, fechas y datos, me hicieron hacer referencia a tal barbaridad en
mi cándido ensayo sabiniano.
Antonio, al revés de lo que era una tendencia
en la academia de entonces, podía haberse mofado de la estupidez de su alumno.
Todo lo contrario. Como los grandes maestros me enseñó que hay que hacer la
distinción entre conocimiento y opinión, entre estudios literarios y
periodismo. No se rió de mí, como podía haber hecho (y me merecía que lo
hubiera hecho), pero se rió conmigo.
Por eso vuelvo al capítulo 4, a las balizas
de la recepción en España, donde el autor habla de todos los nombres que
acercaron diacrónicamente la figura literaria de Pessoa a España. Menciona y
dignifica el trabajo de todos, pero se olvida de uno. Uno de los grandes. El
suyo. Pasados quince años, es un honor poder estar aquí, a su lado, y reírme
con él de tan grotesca laguna.
Luis Leal Pinto
domingo, junho 07, 2015
sábado, junho 06, 2015
Bye Bye Blackbird (Miles Davis Quintet)
Bocage numa parede de Setúbal
terça-feira, junho 02, 2015
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