Es con enorme orgullo y honor que recojo aquí en nuestro blog la presentación hecha por D. Antonio Carrasco, el mismísimo autor del prólogo de nuestro a salto de mata (fragmentos). La misma se hizo pública en la Fundación CB el 23 de octubre de 2024, como podéis comprobar con el registro fotográfico al final de esta entrada. Gracias/obrigado Antonio.
Presentación de Antonio Carrasco del libro a salto de mata (fragmentos) de Luis Leal (Fundación CB, 23/X/2024)
Buenas noches,
Permítanme que me presente: me llamo Antonio Carrasco y soy el autor del prólogo a esta singular obra de precisión literaria, donde lo fragmentario alcanza unas cotas de plenitud casi insospechadas.
A Luis me une una amistad entrañable y, además de una experiencia docente coetánea (a pesar de nuestra diferencia de edad y el hecho de que yo sea cada vez más viejo, y él cada vez más joven), compartimos afinidades poéticas, cinematográficas y hasta ideológicas.
En nuestra primera conversación -no sé si él la recuerda-, surgieron nombres como el poeta portugués Eugenio de Andrade, por el que yo sentía una verdadera devoción en aquel tiempo, e inevitablemente después apareció ligado el nombre de nuestro admirado Ángel Campos, que no sólo lo conoció, sino que lo trató y lo tradujo al castellano también. A partir de ahí ya nos adentramos en un vergel de referencias culturales e influencias literarias del que, creo, que todavía no hemos salido.
Pensaba esbozar una breve semblanza de Luis que ofreciera, en primer lugar, algunas pinceladas biográficas; en segundo lugar, aludiera a su trayectoria profesional; y, en tercer lugar, desbrozara el sendero literario recorrido hasta ahora. Todo ello para intentar aproximarnos a su personalidad poética -que es lo que viene al caso ahora -, en la medida en la que ésta pudiera ser abordada en el espacio que permite una presentación en un momento determinado como pudiera ser éste.
1-En cuanto a la biografía de este “pacense de Évora” (como lo definió Álvaro Valverde, en una reseña que, precisamente, hizo del libro que nos ocupa), me gustaría mencionar su paso por la prestigiosa universidad de su ciudad natal, donde estudió Filología Portuguesa e Inglesa, y se doctoró cum laude en Lenguas y Culturas. Allí tuvo como profesor, y más tarde mentor, a Antonio Sáez, profesor de Literatura Española y Literaturas Ibéricas Comparadas y Traducción Literaria. Antonio llegaría a ser director de su tesis “comparativa” sobre la complicidad literaria entre Ramón Gómez de La Serna y el escritor portugués António Ferro (redactor de la revista Orpheu, fundada por Pessoa y Almada Negreiros y órgano del movimiento vanguardista portugués), con quien Ramón mantuvo una suerte de relación intelectual.
2-En lo que se refiere a la trayectoria profesional de Luis, habría que decir que empezó su labor docente como profesor de Lengua y Cultura Portuguesa en tierras rayanas (no podía ser de otra forma), concretamente en el Instituto de Enseñanza Secundaria Loustau-Valverde, de Valencia de Alcántara, desde donde pasaría posteriormente al I.E.S. Rodríguez-Moñino, para recalar finalmente en el I.E.S. Reino Aftasí, ambos en la ciudad de Badajoz. En esos centros, Luis ha ido dejando su impronta personal y su valioso legado profesional, materializándose en una entusiasta dedicación a su trabajo y sin olvidarse nunca de mantener una ventana cultural abierta entre los dos países a ambos lados de la raya. Luis ha favorecido constantemente el intercambio cultural entre Alentejo y Extremadura y, entre otras actividades, ha llegado a traer a figuras de primer orden del mundo literario y cinematográfico portugués para que participaran en charlas con sus alumnos en el aula.
3-Con respecto al sendero literario recorrido hasta ahora, habría que destacar que Luis tiene en su haber dos poemarios, los dos en formato bilingüe portugués-español: el primero titulado 33 (2015), compuesto por 33 y poemas, y publicado cuando cumplió los 33 años (la edad de Cristo y de Bruce Lee, como a él le gusta añadir). Se trata de un libro iniciático, donde busca hacer poesía de lo cotidiano con un lenguaje claro, en ocasiones descarado e irónico, pero profundamente humano: el humanismo se convertirá en una de sus constantes poéticas.
El segundo poemario se tituló pedal(e)ar (2018), donde eleva su preocupación poética por el medioambiente a una bella metáfora de la vida sobre dos ruedas, ya que, para él, la bicicleta es “el más humanos de todos los mecanismos” (aforismo LXVII, página 41 de a salto de mata).
También podría mencionar en esta presentación su infatigable labor profesional, literaria y emocional en pro de las relaciones transfronterizas, a través de su colaboración en medios escritos, audiovisuales y telemáticos, así como su participación en documentales ponencias, cursos, charlas y coloquios.
Baste citar como muestra su participación a través de los siguientes medios: Canal Extremadura Tv y Radio (Falamos Português), Cadena Ser (Tão Cerca), el canal cultural ARTE, o el Podcast “Entre dos T(i)erras”; además de colaborar tanto en la prensa portuguesa (Mais Alentejo) como en la española (Cuaderno Extremeño para el Debate y la Acción). No menos desdeñable es su trabajo como traductor literario (José Luis Peixoto al castellano, o Ángel Campos al portugués, por poner sólo algunos ejemplos)
Siempre consciente de su doble condición biográfica y cultural, que le permite nutrirse de la sutil esencia que emana de la lengua y la cultura abrazadas a ambos lados de la frontera, lo que le llevó a afirmar en una ocasión:
“alentejo y extremadura paisajes de un mismo cuerpo.
son tu y yo. (…) somos nosotros” (poema 24, página 76 de 33).
Pero prefiero dejar que sea Luis el que hable a través de sus versos, que es la mejor manera de llegar a conocerlo. La clave para hacernos una idea de quién es Luis Leal la encontramos en sus poemas, donde muy al comienzo, recién estrenado su flamante traje de poeta, ya nos deja unos versos primerizos muy reveladores como estos:
“Materialmente sentado,
Confortablemente alienado…
Soy el más observado
De todos los derrotados” (poema 1, página 20 de 33).
Donde algún crítico ha creído ver ecos de ese vanguardismo portugués proclamado en torno a la revista Opheu, parece que se percibe un aroma a puro existencialismo poético, o al menos esa tentación de conjurar el “malditismo”, que tanto suele atraer a los poetas jóvenes en sus inicios.
También resulta significativo un necesario aire de provocación: en vez de recurrir al brillo académico que le pudiera otorgar citar a personajes de renombre en el sagrado mundo de la literatura como Dante, Petrarca, Camoens, Pessoa … Luis elige una cita de Hugh Hefner (“The major civilization force in the world is not religión. It´s sex: La fuerza motriz de la civilización mundial no es la religión, sino el sexo”) para abrir su primer poemario ofrecido a la luz pública. (Hugh Hefner fue el redactor jefe y fundador de la revista Playboy).
Como digo, hay que recurrir a sus versos para que sea él mismo el que se desgrane en palabras que nos acerquen a su auténtica personalidad, personalidad poética, que es la que nos atañe en este momento.
Así, vemos cómo en ese primer poemario titulado significativamente “33”, precisamente en el poema número 33 que cierra el libro, se refiere a sí mismo como:
“yo. predicado
en complemento circunstancial de adopción
me vi exiliado
por querer tener más que fado
o enfado en la cola del supermercado” (página 106 de 33).
En estos versos despunta ya una de las características más singulares de su poesía, que consiste en quitar dramatismo a base de ironía, y limar seriedad a partir del sarcasmo, como tendrán oportunidad de disfrutar en el libro que se presenta hoy.
Esa alusión al “complemento circunstancial”, que pudiera entenderse como inevitable deformación profesional, característica de su labor como profesor de lenguas, se vuelve contra él precisamente en uno de los aforismos de A salto de mata (en adelante ASM), donde -no sé si conscientemente o no- se refutó a sí mismo escribiendo lo siguiente:
“Qué descubrí a los 33?
Mi complemento circunstancial
de estupidez” (X, p.25 de ASM).
(Señalar el singular logro poético en la conciliación fónica entre rima “numérica” y “semántica”: “33” y “estupidez”)
En una nota final de ese primer libro de declaración de intenciones poéticas y culturales que fue 33, ya decía que se sentía “como Jean Claude Van Damme abriendo las piernas entre dos camiones, con un pie en Portugal y otro en España” (p. 109 de 33).
No en vano, y siguiendo con ese tono entre desgarrador y desenfadado que detectamos en el citado poema número 33, al “yo. Predicado/en complemento circunstancial de adopción”, le corresponden como corolario final los versos siguientes:
“Yo. sujeto
e hijo de puta de la lengua que me parió”.
También hubiese querido hacer en esta presentación el tan tentador juego de palabras con el significado de su (primer) apellido, Leal, pero en eso también se me adelantó Luis:
“sé que soy leal de apellido, sin saber de verdad de donde viene mi linaje familiar. Sé que no soy leal a las patrias. Soy leal a las personas, a la geografía hecha afecto, al patrimonio de un abrazo a mi necesidad asumida de sentirme digno del hecho de que la vida ha adjetivado mi nombre” (p. 109 de 33).
Esta declaración nos recuerda muchísimo a las tres “fidelidades” que proponía Ángel Campos, -hacia quién tanta devoción siempre ha demostrado Luis-, en Los nombres del mar (1985):
fidelidad al hombre (…), fidelidad a la tierra, dónde hunde sus raíces más profundas y fidelidad a la palabra, que en el hombre es capaz de la verdad última de la sangre, que es también la verdad del alma.
Lo que entronca consustancialmente con otros versos de Luis Leal en los que expresa:
“Esta no es mi lengua mater. será la lengua hermana, más fuerte que la sangre que, como bien sabes, sólo contiene plasma y adn, nada cómplice del alma” (poema 24, p. 78 de 33).
Esa dualidad lingüística y espiritual, o emocional –siempre poética- le llevó a Luis a confesar cuando sólo tenía 33 años:
“Un último deseo: por favor, esparzan mis cenizas en la frontera, la mitad a la hora española y la otra mitad a la hora portuguesa. Seré polvo, pero seré polvo con huso horario” (p.108 de 33).
Pues éste es el “yo poético” del Luis que -a salto de mata entre rastrojos, viñedos, emociones, filosofías, mitologías, fragmentos y fronteras (siempre ficticias)- acomete la obra que nos reúne aquí hoy:
a salto de mata.
Estos fragmentos arrebatados -a salto de mata- a la memoria cautiva, declaran por derecho propio que se puede contradecir al gran poeta francés Charles Baudelaire, y sí que se puede ser sublime con interrupción: hay sublimidad en la “frag-mentación” si se tiene a mano el bisturí de la imaginación poética que tan bien maneja Luis Leal.
(Se detecta una curiosa predilección de Luis por los objetos cortantes en materia literaria: “Leer con la navaja es una de las pocas cosas que me hacen sentir pionero en el campo de la literatura…un libro con las páginas unidas es digno de ser conquistado por el interés del lector, abriéndose camino con un filo que, a pesar de ser muy agudo, corta pero no deja cicatriz” (I, p. 23 de ASM).
Una navaja que también fue humanizada para desempeñar su destino poético, (con esa facilidad de Luis de humanizar los objetos cotidianos), como nos recuerdan otros versos de 33:
“Esta es nuestra navaja
usada.
digna de nuestros padres, de todos los romos lápices que afiló
y de todos los trozos de pan humilde que repartió debajo de una encina
que no sabe su edad porque es eterna
esta navaja, afilada por el tiempo, gastada por el gesto, es nuestra tercera mano.
hermano.
como debe ser, sonriendo y llorando en una lámina brillante de óxido.
una navaja, no juzga. acompaña” (poema 24, página 76 de 33).
Se vale Luis -de una manera magistral- de este original vehículo literario de la fragmentación a medio camino entre la desolada escritura fragmentaria del Pessoa del Libro del desasosiego y el tono lúdico-metafórico de las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, con quien Luis está tan familiarizado.
Si, como decía Wystan Hugh Auden, y recoge uno de los fragmentos: “un poeta es, ante todo, una persona apasionadamente enamorada del lenguaje” (XLVl, p.35 de ASM), entonces se podría decir que el corazón literario de Luis está partido en dos: su amor respetuoso por la tradición cultural de su país natal y su entusiasmo apasionado por la literatura de su país de adopción, que ha sabido combinar a través de su talento poético y su talante emocional.
Pero, ¿por qué esta estructura intencionadamente fragmentada?
Ya nos afirma el poeta, haciendo gala de ese ingenio que impregna todo el libro, que el aforismo es “un mínimo requisito para comprender un todo”, y fluye precisamente porque nos paramos a pensar. (Jugando en esta ocasión un poco con el poder seductivo de la antítesis).
Pero la mejor definición la dispara el propio Luis a bocajarro:
“Lo aforístico no es cosa de máximas o de proverbios para dictar sabiduría moral. Es pura y simplemente metralla después de una explosión en el intelecto” (CCXXVIII, p.95 de ASM).
Aquí se me antoja que podríamos encontrar algún eco de unos versos de Miguel Torga, que Luis también citaba en uno de sus poemas de 33: “canto como quién usa los versos en legítima defensa” (cita al poema 13 de 33).
Hay mucho de greguería “ramoniana” en estos fragmentos de alguien que, como Luis, “no cree en el destino, pero es un devoto de la casualidad”. El propio Ramón hace un “cameo” y se cuela en uno de los fragmentos de ASM, concretamente en el CLII, p. 68:
“La muerte es como cuando va a salir el tren y no hay tiempo para comprar revistas, me grita Ramón desde el andén. Yo no soy capaz de bajarme y traía prensa portuguesa para él”.
En torno al tema de la muerte también afloran prodigiosamente los aforismos de Luis, donde encontramos hallazgos verdaderamente ocurrentes -con el debido respeto-, como luego comprobaremos: “la diferencia entre un vivo y un muerto es que uno tiene destino provisional y el otro uno definitivo” (CCXXXIII, P. 97 de ASM). Y es que “en la era de lo inmediato, la eternidad pasa desapercibida” (CLI, p.68 de ASM).
El tiempo es otro de sus temas recurrentes: “Depende de la cuerda o la mala calidad de la pila el libre albedrío del reloj” (LXXXI, p.46 de ASM), desmontando irónicamente uno de los ejes fundamentales del pensamiento filosófico y pulverizando toda la teoría de la mecánica cuántica en torno al concepto del tiempo.
Pero ese gobernante déspota que es el tiempo alcanza su máxima representación -en un divertido guiño al humor negro mitológico- en la personificación del dios Cronos, que convoca como candidatos a biógrafo oficial al reloj de arena, al reloj analógico y al reloj digital, y al final en vez de contratarlos, acaba devorándolos (CCII, p. 85 de ASM).
El humor es por supuesto un elemento primordial en este laborioso encaje de reflexiones fragmentarias. Así, el autor llega a preocuparse por el “aburrido destino” de los números romanos, que “después de tanto tiempo reducidos a la tarea de numerar capítulos y a ordenar siglos, han decidido a cerrar filas y recuperar el imperio caído” (XX, p.28 de ASM).
Y nos deja con la incertidumbre de que nunca sabremos si vivimos en un “mundo en construcción o en un mundo en ruinas” (CXIV, p.56 de ASM).
Irrumpe entre los fragmentos un alarde de lucidez que, por cierto, es una “grieta de esperanza en el hormigón de cualquier estructura dogmática” (CXXXIX, p.64 de ASM) -digno del mejor Ramón Gómez de la Serna-, que obliga al poeta a situarse frente a las posturas doctrinarias, pues “quien busque respuestas definitivas, se encontrará con un dominó de dudas” (LXXII, p.43 de ASM), concluyendo que “no somos peligrosos mientras tengamos la legitimidad de la duda” (CXL, p. 64 de ASM).
Luis combate el pensamiento dogmático (invocando la deliciosa libertad de equivocarnos) como combate el ego, ese “falso amigo que hay que sacarlo a pasear con la correa puesta y una bolsita para recoger los excrementos” (XXXVIII, p. 33 de ASM).
Otro de los temas merecedores de su aguda reflexión es el de la frontera: para Luis todas las fronteras son ficticias. “La frontera es la geometría útil a la geografía y a los registros de la propiedad” (LX, p. 39 de ASM).
Pero nos encontramos al Luis más extrañamente y entrañablemente poético en sus alusiones a la soledad, reflejada en “un calcetín único en el fondo de un cajón”, o al silencio, en esa cita que subscribe de Elías Canetti: “lo que escribimos es casi tan importante como lo que no escribimos”: lo que constituye en sí mismo toda una respetuosa Oda al Silencio Creativo, complementado con esta otra joya: “El mundo tan publicado como está, oculta delante de nuestros ojos su lado más bello, el lado inédito” (LXXXll, p. 46 de ASM).
También encontrará el lector un divertido juego de contrastes de una bella singularidad poética: defensa del amor frente al horizonte de la rutina, el destino frente a la casualidad, la duda frente a la fe – o la fe en la duda-, y esa visión peculiar de la originalidad, que precisamente “está en las palabras usadas convertidas en versos de segunda mano” (XXIV, p. 29 de ASM).
Por este mundo “en ruinas” desfilan referencias a ilustres personajes como Einstein y su relativismo (CII, p. 53 de ASM), a Nietzsche y su nihilismo: “el cero es el Nietzsche de las matemáticas. De todos los números es el más nihilista” (CLXIV, p.73 de ASM). O a Hegel y el hallazgo de su síntesis: “Entre tesis y antítesis, Hegel se tropezó con la dialéctica y empezó a hablar de síntesis” (CCLIII, p.105 de ASM).
El lector de este libro será testigo del día en el que se detuvo la historia: Marco Aurelio se encontró con Buda debajo de una higuera, y Occidente y Oriente fueron un solo imperio (CLXXIV, p.75 de ASM), o de cuando Confucio y Heráclito encontraron la concisión para la infinitud del cosmos a la orilla de un río (CCLV, p.106 de ASM).
No es de extrañar que lleguemos a encontrarnos en ocasiones al autor desdoblado: “harto de sí mismo, ha decidido distanciarse de su yo y ha empezado a vivir en la tercera persona del singular” (CLXXVII, p.76 de ASM).
Pues precisamente en una muy primera persona tenemos aquí hoy a Luis, y yo les invito a que degusten estas dosis de lucidez imaginativa y derroche de ingenio que supone la lectura de este libro fragmentado, pero no fragmentario, y como dice uno de estos fragmentos: despertando de lo normal, se encontrarán ustedes “con los ojos abiertos para lo extraordinario” (CIX, p.55 de ASM). Dotemos, pues, a los “frags” de los “mentos” necesarios que nos descubran “el milagro cotidiano de la vida y el sentido de lo misterioso”, o sea, el “placer en pequeñas dosis” (LXII, p. 40 de ASM).