[Palmyra y Lucinda] La lluvia mojaba sus raíces y se sentían como árboles optimistas que agradecen el agua.
Las dos eran árboles que enlazaban sus raíces blancas, sus piernas desangradas por la alucinación voluptuosa.
- Estoy como una galleta mojada en té – dijo Palmyra.
Sentían, mirando los hoyos que hacía la lluvia, cosas hondas y su imaginación caía en caudalosas jarradas de esas que convierten caminos en ríos nuevos, ríos improvisados y aún sin pesca.
Cf. Ramón Gómez de la Serna [1923], La Quinta de Palmyra (edición y estudio crítico por Carolyn Richmond), Madrid, Espasa-Calpe, 1982, pp. 312-313.
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