quinta-feira, abril 06, 2023

"Kazuo Dan: el poeta del país del sol naciente que se enamoró del sol poniente" - Luis Leal in "Shibumi", nº34, enero, 2023, pp. 38.43 (ilustración de David Carnerero)

Supongo que, para la mayoría de los que ven en Japón un destino casi idílico, no se concibe en sus habitantes la necesidad de alejarse de ese conjunto de islas que, hasta el siglo XIX, se encontraba prácticamente cerrado al resto del mundo. Yo era uno de esos, pues para mí la cultura japonesa, principalmente su filosofía y su literatura, siempre necesitó un “topos”, es decir, un lugar alejado en un Oriente extremo, quizás más una herencia de mitologías que propiamente una realidad. Desde Bashô hasta Mishima, con algún tiempo dedicado a Murakami y con bastante mangas por el medio, mis lecturas me acercaban a Japón y no lo contrario, un poco como mi patrimonio histórico portugués me llevó al otro lado del mundo en compañía de marineros, aventureros y de jesuitas. De marinero y de aventurero tengo muy poco, pero de jesuita tengo algo, basta escuchar los ecos de este orden religioso en mi formación humana y académica. Reconozco que, en plena madurez, es un privilegio poder decirlo o, en este caso, escribirlo. Sin embargo, y a pesar de mi niponofilia, fue en plena costa portuguesa, esa finisterra europea, de cara a oeste, que encontré un haiku de un autor japonés desconocido que me hizo contemplar una puesta de sol de manera muy auténtica:

Bello sol poniente
¡Ah pudiese yo ir a buscarte
Allá, al fin del mar!

Su nombre es Kazuo Dan y, en ese momento, descubrí que Portugal (y concretamente la bella localidad costera de Santa Cruz) tenía un poeta más. La vida misma es una casualidad y este tropezón con la forma breve japonesa, traducida a la lengua portuguesa, me hizo querer saber más sobre este poeta del país del sol naciente claramente fascinado por el sol poniente.
No he encontrado mucha información disponible, desafortunadamente, y tampoco podemos encontrar sus obras traducidas para el gran público, pero, según parece, tenemos algunos datos biográficos con alguna fiabilidad. Dan nació en la prefectura de Yamanashi, en 1912, en el seno de una familia originaria de Kyushu. Debido al trabajo de su padre, que constantemente cambiaba de residencia, Kazuo Dan se fue a vivir con sus abuelos en Yanagawa cuando tenía seis años. Sin embargo, pasados tres años y debido al divorcio de sus padres, se mudó a Ashikaga, en la prefectura de Tochigi, donde pasó los siguientes años llevando una vida solitaria, caminando por los campos y colinas de los alrededores, posiblemente, sintiendo ya la adolescente necesidad de alejarse de la insularidad de su paisaje y descubrir mundo.
Hizo sus estudios secundarios en la ciudad de Fukuoka y, en 1928, con solo 16 años comenzó a escribir y a publicar poemas, novelas y obras de teatro en la revista de su instituto, manteniendo activa su vida literaria incluso durante sus estudios universitarios en la Universidad Imperial de Tokio en la cual ingresó en 1932 y se licenció. Terminada la carrera y graduado en economía, Kazuo Dan se volcó en la escritura, dedicándose por completo a la literatura, incluso durante el fatídico período de la Segunda Guerra Mundial - en que desempeñó funciones de corresponsal de guerra en un periódico -, lo que no le impidió ganar el Premio Noma en 1944, un año antes del declive bélico y de la rendición incondicional de su país.
En los destrozos de la guerra, en un Japón imposibilitado de tener actividades literarias y con un mercado editorial en ruinas, Dan siguió escribiendo sin publicar, contrayendo matrimonio, en Yanagawa, con su esposa Yosoko. En 1950 se trasladaron a Tokio, donde el autor retomó su vida literaria y ganó el Premio Naoki, el galardón literario más prestigioso de Japón, nombrado así en honor al novelista Sanjugo Naoki (1891-1934) y que sigue vigente a día de hoy. Sabemos que, a lo largo de su carrera, Kazuo Dan escribió poesía y novelas, viajando extensamente por su país natal, pero también por Estados Unidos, Rusia, China, Australia, Nueva Zelanda y también por Europa donde estableció residencia en Portugal, en la costa oeste de Torres Vedras, en la ya mencionada localidad de Santa Cruz.
Quien conozca a este pequeño pueblo costero portugués seguro que sabe que se trata de un destino de poetas, un destino de viajeros y de gente anhelante como el maestro de la idea de enseñanza pública y universal en Portugal, João de Barros, o el poeta y filósofo Antero de Quental, cuyo libro de sonetos me imagino conocido de Kazuo Dan. ¿Qué pensaría el japonés del desespero insular de Antero, suicidándose en medio del Atlántico, en las Azores, delante del Convento de Esperanza? ¿Cómo entendería este nihilismo luso, que Unamuno tildó de “pueblo de suicidas”, en busca del palacio de la ventura? ¿Qué pensaría de este país periférico que necesitó, como él mismo, recorrer el mundo en busca de su identidad? Son preguntas que se me ocurren y que, posiblemente, en su momento pudiesen tener alguna respuesta, ya que Dan, entre 1971 y 1972, fue el paisaje humano más oriental que se contempló en Santa Cruz y, como lo atestigua el monumento dedicado al poeta, dejó “saudades” en muchos de los vecinos que con él vivieron el sol poniente portugués.
La vida y la fortuna también me llevaron a Santa Cruz. Me gusta pensar que fue una conspiración cósmica centrípeta, un vórtex de sensibilidades parecidas y compartidas por seres humanos con perspectivas similares, pero en tiempos diferentes. Siempre que la vida me lo permite también yo sigo volviendo a este pueblo atlántico y suelo cruzarme con la memoria de un japonés desconocido para la inmensa mayoría, posiblemente, incluso para los que residen (o veranean) en esa casa de la calle que ahora lleva su nombre: “Rua Professor Kazuo Dan, Nº 6”. 
Veo en Kazuo Dan un escritor con ganas de infinito y me gusta pensar que, después de su paso por Portugal, volvió al sol naciente japonés para retirarse y entregó su vida, a pesar del infortunio de un cáncer, a un final sereno, dictando su última novela “El hombre de las pasiones”, algo sustancialmente diferente del de “Silencio y oscuridad - ¡y nada más!” de Antero de Quental. Tenemos la información biográfica de que murió el 2 de enero de 1976 y que su tumba se encuentra en el templo budista de Fukugon-ji en Yanagawa, en la prefectura de Fukuoka. Intuyo que estará en un sitio privilegiado de luz solar, bien expuesto al sol naciente japonés, sin embargo, con posibilidad de verse alumbrado por ese bello sol poniente del cual también es parte, un poco más allá, al fin del mar portugués. 
"Kazuo Dan escribiendo en Santa Cruz", ilustración de David Carnerero



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