quarta-feira, dezembro 17, 2008

Crónica de un tren lleno de mierda y de memorias


Lobo Antunes en una de sus crónicas escribió que sólo nos volvemos hombres cuándo nuestro padre muere. Quizás fue uno de los textos que más me hizo reflexionar sobre mi existencia y mi lugar en el mundo, algo que, muchas veces, prefiero no hacer.

No tuve un padre ausente, a pesar de los largos kilómetros que muchas veces nos separaban, para que pudiera darme que comer y proporcionarme una educación, dicha superior por haber sido en una universidad (pero no creo que así sea), que él, por inherencia de las circunstancias de su vida, rechazó, haciendo carrera en la vida. Él siempre ha estado presente con el ejemplo, con sus evidentes peculiaridades que hacen con que, con todas sus imperfecciones y virtudes, sea mi padre.

Mi padre no murió, pero en el día en que se prejubiló parte de su existencia, de mi existencia, ha muerto, pero sigue aquí con nosotros, como un buen fantasma, que con su espíritu nos recuerda quién somos.

Tenemos el ferrocarril pulsando en nuestras venas. Por los vistos, y por lo que oigo a gente de mi familia, esta ascendencia viene ya desde hace mucho, quizás de mi tatarabuelo que con sus manos, y con las laboriosas manos de otros obreros, su sudor, surcó el Alentejo con las líneas del progreso del siglo XIX, las líneas del tren que viajará, con paradas constantes, a veces de emergencia, por tres o cuatro generaciones.

Mi bisabuelo paterno, de quien nada más sé, era trabajador del ferrocarril. Sus siete hijos, entre ellos mi abuelo, fueran asalariados de esta institución, si es que le puedo llamar institución, que recorrió el siglo XX luso con carriles y tornillos de recambio. Desde el fascismo, aséptico y hambriento para el pueblo, pero lujoso y ostentoso para quién estaba en un escalón más alto en una estructura que recuerda el medieval feudalismo.

En esa época, incluso la mierda tenía que tener permiso para salir de dentro de un vagón. Era mi padre niño y acompañaba el suyo en una labor que se hacía frecuentemente entonces, limpiar la mierda de los caballos y de los demás animales que viajaban en los trenes. La mierda es mierda y no se puede disertar sobre el destino de la misma, a no ser que se sea un mierdas como el responsable da la estación que, utilizando el “escalón” que el régimen le permitía, y que mencioné antes, humilló mi abuelo no permitiendo trasladar los inútiles excrementos a su pequeña huerta, dónde podría matar un poco de la hambruna impuesta por el régimen a quién agradecía tener mierda para limpiar, diciendo que era propiedad de la CP, es decir, del ferrocarril luso.

La mierda se quedó inútil, como es la mierda cuando no sirve para intentar crear, sembrando algo en su malogrado origen, en el local en que, cabezonamente, el jefe la acumulaba, no sé cual el sitio, pero deduzco que un buen sitio sería su boca. Se quedó así hasta la revolución, en que incluso el jefe que no compartía la mierda con los demás seguramente había sido comunista de toda la vida.

En esta época, después de tres años, sin sentido, en una colonial guerra, y, ya que utilizo mucho el taco, una mierda de país por delante, sin perspectivas de trabajo y de poder mantener su familia, mi padre no pudo huir a las líneas de hierro de su genético destino. Ingresó en la CP. Ya no era la misma que de los tiempos de su padre, las cosas habían cambiado, aunque solamente fuera de apariencia, el antiguo régimen era una cosa del pasado y el futuro estaba en la nueva democracia de los partidos, de sus diputados elegidos libremente por todos. ¡Yupi! ¡Viva la democracia! ¡Poder para el pueblo! ¡El pueblo unido jamás será vencido! Y todo lo que podáis imaginar y que probablemente ya habéis visto en algún episodio de “Cuéntame”.

Gracias a la democracia yo siempre he tenido un regalito de navidad (ya que los reyes no pasan por Portugal, ahí somos más “british” y expulsamos al niño Jesús del portal de belén, durante algún tiempo, para que nos trajera los regalos de Noche Buena, hasta que Coca-cola dijo que llega de niños, hay que tener cuidado con la pedofilia, y nos mandó un gordo viejo, obesamente vestido de rojo, para que compremos la bebida que antes era un jarabe para la cagalera y que a mí me hace tirar pedos como si estuviera en Irak y sin que Bush sepa) por parte del sindicato de maquinistas. Recuerdo muy bien el payaso “Batatinha” (¡mamá como lo quería!) y un robot que destornillé para sacar el motor. La culpa fue de mi progenitor porque me regaló mi primer destornillador. Fue como si fuera ahora el bolígrafo, me permitía destornillar la realidad y olvidarme de unas cuantas piezas… y cuantos juguetes funcionaran con menos piezas, algunos incluso mejor que antes.

Yo crecí mientras mi padre se dedicaba a sus trenes, a su conducción, y, si hay algo de que me onorgullece, es de haber conducido, sobre las piernas de mi padre, el tren, no solamente un trozo de línea, acelerando y pitando la bocina pero el tren de mi vida. Por supuesto que es un recuerdo infantil, como el olor de la ropa de mi padre, después de un día de trabajo, en que el gasoil era más fuerte que la colonia. ¿Pero quién dice que el olor del trabajo honrado no es digno del más caro perfume?

Fueran tantos los años, tantas cosas debo yo al ferrocarril que, en el fondo, sigo siendo un maquinista, un funcionario de la CP, como fue mi padre, mi abuelo, bisabuelo y tatarabuelo, esperando que el tren llegue al destino sin tardar mucho en la hora prevista, y, si posible, coger la mierda para poder sembrar mejor el futuro.

5 comentários:

Pedro L. Cuadrado disse...

Ó Luís, não nos fazias o obséquio de nos entregares esta “crónica” em português? Cá por mim, gostava tanto. Vê la nestas férias tão próximas...

Grande abraço

Luis Leal disse...

Obrigado amigo Pedro, ultimamente tenho escrito em espanhol porque quero treinar a parte escrita e cometer menos erros ortográficos e porque, cada dia que passa, me enamoro mais do espanhol.
São divagações, nada mais, isto para matar estes serões frios aqui por Valencia de Alcántara.
Grande abraço.

MAR disse...

Gostei muito de ler este texto apesar de o ter feito com muito esforço já que não me consigo "enamorar do espanhol" como tu. Um abraço

Puntos de vista y ... nada más disse...

Espantoso, Luís! Espantoso em português. Una maravilla de relato, que me da igual que sea ficción o el primer capítulo de unas memorias. Con un español impecable, donde se te ha escapado un "por los vistos" que me parece más un logro que un defecto.

Me ha llamado poderosamente la atención porque en diciembre de 1999 escribí una cosa que empezaba de forma parecida a este post. Es curioso, yo no pienso como Lobo Antunes. Un día te envío esa historia. Paso casi dos horas al día en un tren, la más poética de las invenciones humanas del XIX hasta aquí.

Una preocupación: Con tanto taco ya pareces español. Cuida tus raíces. "Qui perd els orígens perd identitat" cantaba Raimon.

Esperamos que siga esta crónica.

Um abraço

Luis Leal disse...

Caríssimos amigos, seria hipócrita se dissesse que as fossas palavras não me deixam feliz. É bom que pelo menos possa partilhar algumas divagações com amigos que também eles são homens com inquietudes e preocupações sociais, como também todos dotados com a mais poderosa e incoveniente arma: a palavra.
Amigo Miguel, o castelhano é um idioma que aprendes a gostar por tantos motivos, que nem sei por onde começar, mas acho que o mais evidente é a sua "democraticidade", pois é um dos mais acessíveis a qualquer estrangeiro (pelo menos dos idiomas latinos).
Amigo Javier, espero ansiosamente por ler esse texto e, os "tacos", "palavrões" nas minhas origens, são uma coisa que sempre me acompa nharam, como quase uma "subcultura", que me permite libertar e ser real, mundano (que gosto). Apesar do português ser mais formal que o espanhol, em geral, também é muito "malcriado". Creio que o meu amigo Miguel não me deixa mentir, uma vez que partilhámos juntos os bancos da universidade e escrevemos o "Manifesto dos Rebarbados" e a pseudo-obra hardcore "Alex Macarrilha". Dizer uma "caralhada" de vez em quando evita que andemos na rua a matar gente. Triste comparação, não é? Qulquer dia temos de fazer uma crónica sobre o palavrão e o seu lado ascético e libertador.
Quanto à crónica, caros companheiros, apesar de divagação, está baseada na realidade que a minha família viveu.
Um grande abraço e festas felizes!!