“Habitar” crónica
de Luis Leal (in "Rayanos Magazine")
Himnos
Reconozco que cantar no es lo mío. Me
gustaría, de verdad, pero sería imposible evitar la tortura del público. Con
esta confesión ya mi estimado lector me va conociendo, pero debo decirle que, a
pesar de que me las apañe bien escribiendo en el idioma de Cervantes, nací del
otro lado de la frontera y, no quiero presumir demasiado, en una de las más
bellas ciudades de Portugal, Évora, esa ciudad con tres culturas: la romana, la
árabe y la cristiana. Pero de eso, si me permitís, hablaremos otro día.
Al nacer portugués, es inevitable, por la
dimensión del país, tan largo y estrecho, que uno sea rayano. Yo me atrevo, en
contra de los odios de estimación de mucha gente, a decir que un lisboeta es
igual de rayano que, por ejemplo, mi buen amigo Julián que es de Peñalsordo. Por
lo tanto, me enorgullece muchísimo que esta simpática revista se haya acordado
de mí para colaborar con mi mirada miope sobre lo que es vivir dos países, sin
embargo, creo que defraudaré a los lectores, pues, a lo largo de los años, cada
vez me alejo más de la frontera y hago análisis sociológicos cada vez más
inútiles y personales. Pero la inutilidad es inversamente proporcional al
placer que de ahí obtengo.
Recuerdo, cuando era crío, que en primaria aprendimos
el himno de Portugal Héroes del Mar, Noble
Pueblo, Nación Valente e Inmortal.
Ya en la adolescencia me di cuenta de que la versión original de La Portuguesa, en vez de marchar sobre
los cañones era ¡contra los bretones
marchar, marchar!. El hecho se debe al pasado colonialista y a al mapa rosa
impuesto por los ingleses (en teoría nuestros más antiguos aliados) en el siglo
XIX. De poco nos sirvió marchar en contra de los bretones, excepto en algún
partido de fútbol (recuerdo los míticos paradones, sin guantes, de Ricardo en
la tanda de penaltis a una Inglaterra capitaneada por David Beckham), pues son
fundamentales para la economía del país, especialmente para esa región del sur
que se podría llamar Allgarve, y para
no mencionar que Portugal es uno de los países más anglófonos que la humanidad
ha conocido.
Bueno, todo esto para deciros que el himno
portugués tiene letra, en plan epopeya gloriosa, que, ya que fake news está de moda, quizás no sea
tan real como la gente la vive cuando la canta. Incluso yo, que rompo cristales
cuando canto, ya me emocioné un par de veces cantándolo y otras veces pensé que
lo mejor sería estar callado pues de Noble
Pueblo y Nación Valente tenemos mucho, pero, como dicen los amigos ingleses,
todos tenemos algún que otro esqueleto en el armario.
Pero, en los últimos días, me doy cuenta de que
en España (ese país que ha tenido la paciencia de adoptarme) se debate con una
falta de letra para su himno. La cuestión no es nueva y los deportistas están
hartos de forzar su aparato fonador para acompañar la melodía. Me imagino que
no sea agradable y, si eso pasara en los EEUU, no sería nada sexy ver a Lady
Gaga, Fergie, Madonna o Janet Jackson, usando sus cuerdas vocales para reproducir
un trombón, un violín u otros instrumentos sinfónicos en la final de la Superball.
No conozco todos los himnos del mundo, pero
los que conozco son hipérboles, es decir, exageraciones de la realidad y un
poquito ridículos. El hombre es ridículo
y no pasa nada. Creo que, incluso, sin excesos, es sano un pelín de ridiculez,
nos dibuja una sonrisa en la cara. Solo en casos trumpescos la cosa puede llegar a muros y a generar aún más
fronteras.
Según mi experiencia, es todo una cuestión de
confiar tareas. En Portugal tengo letra y en España no. Si lo vemos con
pragmatismo, sí se pueden tener dos opciones en España y se puede lograr una
cierta armonía melódica. ¡Que exista versión con letra y sin letra! Ya está,
dos es siempre plural. Quien tiene voz de operación
triunfo, que disfrute de una letra marchosa (pero no contra los ingleses,
eso es cosa del país hermano), y los que son más quijotescos, que no quieren
acordarse de la letra, que no abran la boca o la usen simplemente para tararear
las notas de la sinfonía. Si alejamos las personas, o mejor, los egos de los
himnos, lo que tenemos es música y poesía a secas, algo bastante relativo y
personal, es verdad, pero con una capacidad tremenda de amansar la más feroz de
las bestias.
Luis Leal nació en Évora (Portugal) en 1980. Es licenciado en Enseñanza de Portugués e Inglés, y tiene un máster en Historia del Arte. Ha ejercido la profesión de profesor de lengua y cultura portuguesas en tierras rayanas de la Extremadura española a lo largo de más de una década. Al mismo tiempo ha colaborado en programas de radio y televisión, en la prensa española y portuguesa así como en diferentes proyectos de traducción literária, de divulgación cultural y cooperación transfronteriza. Cronista activo en la prensa y en la blogosfera, tiene alguna poesía publicada
Sem comentários:
Enviar um comentário