terça-feira, outubro 30, 2007

La oración del ateo


Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas, Tú que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño. No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes. ¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras.

Miguel de Unamuno

1 comentário:

Luis Leal disse...

pierdo el tiempo pensando en lo esencial
que a veces dejo pasar.
cuántos instantes he ignorado ya
capaces de haberme cambiado!

y no hay oración
capaz de decidir por mí
oh, señor!, no queda otra opción
y jamás me vuelvo a arrepentir.

siempre hay una disyuntiva
ante la cual siempre hay que elegir,
no queda otra alternativa
rápidamente hay que decidir

y no hay oración
capaz de decidir por mí
oh, señor!, no queda otra opción
y jamás me vuelvo a arrepentir.

y no hay oración
capaz de decidir por mí
oh, señor!, no queda otra opción
y jamás me vuelvo a arrepentir...

Heroes de Silencio