La vida es una calle que me lleva
esta tarde de octubre hacia mí mismo.
Álvaro Valverde
Verdad que no es una calle. Quizás un viejo camino de domingo. Tampoco está en Azuaga, a lo mejor lleva a un azud del Guadiana, quién sabe a las afueras de Badajoz o al otro lado de la frontera.
Verdad que aún estamos en octubre. “Respiro hondo. Veo. Aprecio uno a uno lo momentos que me concede este vivir al margen”. Este de aquí sigue siendo una réplica de uno de allí que se va cumpliendo en años, décadas ya.
Pero en las alforjas de esta tarde llevo a un estimado poeta. Llevo la lealtad hacia nuestra “Évora”. Llevo a nuestro “Scirocco”, ese casual hecho común (creo que Álvaro no lo sabe) de haber sentido la fuerza del viento siciliano, el polvo en los ojos y esa ilusión de que existe un cualquier cuarto donde refugiarse de tanta fragilidad que nuestra arquitectura humana comprende.
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