La repetición como reconocimiento es por tanto una forma de cierre. Pasado y futuro se fusionan en un presente vivo. En cuanto forma de cierre, la repetición genera duración e intensidad. Se encarga de que el tiempo se demore. (…)
A la caza de nuevos estímulos, excitaciones y vivencias, hoy perdemos la capacidad de repetición. A dispositivos neoliberales tales como la autenticidad, la innovación o la creatividad les es inherente forzarnos permanentemente a lo nuevo. pp. 20-21
Solo un demorarse contemplativo es capaz de clausurar. Cerrar los ojos es un símbolo de clausura contemplativa. La enorme afluencia de imágenes e informaciones hace posible cerrar los ojos. (…)
El imperativo neoliberal de optimización y rendimiento no permite finalizar nada. Hace que todo sea provisional e inacabado. Nada es definitivo ni concluyente. (…)
El aprendizaje vitalicio no permite finalizar los estudios. No es otra cosa que un producir vitalicio. pp. 41-42
Hoy se moraliza a diestro y siniestro y sin parar, pero al mismo tiempo la sociedad se está embruteciendo. Desaparecen los gestos de cortesía. El culto a la autenticidad los desprecia. Los modales pulcros son cada vez más inusuales. También en este sentido somos hostiles a formas. Al parecer la moral no excluye el embrutecimiento de la sociedad. La moral carece de forma. La interioridad moral se las arregla sin formas. Incluso se podría decir que cuanto más moralizante es una sociedad, más descortés se vuelve. Frente a esta moral amorfa hay que defender una ética de las bellas formas. p. 90.
Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales, Barcelona, Herder, 2020.
Byung-Chul Han |
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