Mi hijo X es un niño curioso, por veces inquisitivo, siempre munido de miles de preguntas que casi siempre me encantan intentar contestar pero que, en algunas circunstancias, me cansan, principalmente cuando insiste en que le diga si los cerdos podrían ser voladores y si me gustaría tener un unicornio. Esto es fruto de una imaginación sin límites que el avance de la edad suele acotar. Pero hoy, mientras comíamos los dos solos en la pequeña mesa de la cocina, me preguntó algo inesperado:
- Papi, ¿cómo sería el mundo sin música?
No tardé en responderle que, seguramente, sería sería un mundo más pobre y triste.
Sin embargo, su cuestionario aún necesitan profundizar más la problemática y me lanzó una pregunta más:
- Y papi, ¿y si en el mundo solo existiese reguetón?
- Oh hijo, no sería solo más pobre, sería aún más estúpido de lo que es...
Y seguimos en la condicional rutina de recoger la cocina después de comer.
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