La
distancia cortará el abrazo físico y el "que no se te olvide que te amo".
Seremos
presente pasado en tierras de Valencia de Alcántara mirando siempre hacia
Portugal (con el centralismo intelectual madrileño que sueña con la mar).
El
Alentejo y Extremadura son un mismo paisaje. Son tú y yo. Serán Diego y Santi.
Fue
Celan y Afonso.
Somos
nosotros.
Esta
es nuestra navaja.
Usada.
Digna
de nuestros padres, de todos los romos lápices que afiló y de todos los trozos
de pan humilde que repartió debajo de una encina que ya no sabía su edad.
Esta
navaja, afilada por el tiempo, gastada por el gesto, es nuestra tercera mano.
Hermano.
Como
debe de ser. Sonriendo y llorando en una lámina brillante de óxido.
Una
navaja no juzga. Acompaña.
Esta
no es mi lengua mater. Será la lengua hermana, más fuerte que la sangre que, como
bien sabes, solo contiene plasma y adn nada cómplice del alma.
Me
atrevo a sentir en esta lengua. La quiero como quiero a muchos que la hablan dentro de mí.
Nosotros
tenemos siete años.
Tenemos
los pisos de Maneli,
Tenemos
los asientos cantantes, ochenteros, folladores vividores…
Tenemos
puertas abiertas y cerradas al mismo tiempo.
Pero
tenemos burro, viola y perro. Y la danza de los pájaros coreografiada por
Vanilla Ice.
Tenemos
la cura para todos los viernes en que nos enamoramos.
Esta
es nuestra navaja hermano. Yo nací con una.
Me
la puso mi abuelo en la cuna.
Me
define.
Esta
te acompañará cuando no me puedas decir que me amas y,
como
nuestras tardes al sol del Jiniebro,
no
te pesará en el equipaje.
Nada
está más cerca que en el bolsillo.
Eso
del corazón son tópicos cardiólogos desfasados de realidad pragmática.
A mí,
Hermano,
Siempre
me tendrás en el bolsillo.
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