“Querido público, en primer lugar me gustaría agradecer su participación en este acto”. Puede que estas palabras parezcan mías pero las podemos encontrar en la página 19 de este libro que tengo delante y que por sí mismo se puede presentar al lector sin la necesidad de mis palabras y, muchísimo menos, de mi presencia.
Este es el motivo porque tengo que dar las gracias a su autor, Jaime Covarsi, por la confianza en que yo, que poco, o nada, entiendo de Cervantes ni del siglo de oro, le pudiera presentar dignamente este libro en la ciudad de Badajoz. Este es un buen ejemplo de que a Jaime le gusta el riesgo.
Estoy aquí en la condición de lector, un lector afortunado por haber podido disfrutar de estas 215 páginas del libro “Confesiones del apócrifo Cervantes” que, solo por el título, asegura el rigor narrativo, histórico y filológico con que el autor lo escribió.
No me gusta mucho hablar del currículo de la gente, para eso existe linkdin o, en este caso, las solapas biográficas de los libros, pero, como sabéis, Jaime posee una fuerte formación académica en el ámbito de los estudios filológicos y continúa profundizando la misma con innumerables colaboraciones, ponencias y artículos sobre literatura medieval y renacentista. Para todos los que conocemos algo de la rigidez de la academia, llevar estos temas, con peso de canon literario, al terreno de la ficción es algo que conlleva mucho mérito.
El predominio de la primera persona en este libro en la voz del personaje principal Jaime Sanchís Mata es evidente desde las primeras páginas donde asume su deseo de ir más allá de lo académico y escribir novelas. Estoy seguro de que hay algo del autor, no me arriesgo a decir alter ego porque conozco demasiado bien el arte de fingir lo que de verdad escribimos, en el personaje principal, un académico, conocedor del ambiente de la academia, pero al mismo tiempo un profundo conocedor del mundo real de la literatura, ese mundo ajeno a musas inspiradoras, a la teoría literaria, que es el mundo editorial. Por eso dije anteriormente que este libro se presenta a él mismo. Conoce muy bien el papel que aquí interpreto como presentador de una obra, tiene consciencia honesta y legítima del espíritu del “Negotium” que existe desde que Gutemberg generalizó con su imprenta el acceso de las letras a las masas. “Creo que el texto que nos ofrece la pluma de nuestro catedrático desentraña con maestría los procesos ocultos que intervienen en la creación de una gran obra literaria y su difusión”, esta frase de Jaime Covarsi, trasladada a mis apuntes, ilustra en la perfección lo que antes os mencioné.
Todos sabemos que hay circunstancias que rodean la creación artística que deben permanecer en el olvido, pero, como dice un escritor portugués amigo mío, “esconder una obra (…) no le añade un gramo de valor artístico. Cuando esa falta de divulgación resulta de una elección, presupone, casi siempre, falta de consideración hacia el público, la creencia de que un público más amplio sería incapaz de entender tamaña sofisticación.”.
“Confesiones del apócrifo Cervantes” tiene el valor de no esconderse del gran público. No es elitista. Sabemos que la mayoría de la gente no tiene idea de estudios filológicos, ni siquiera sabe lo que significa apócrifo (yo mismo creo que lo supe ya en la universidad), no domina los registros lingüísticos cultos abundantes en este libro. Sin embargo, no menosprecia un registro popular lleno de humor dándonos a conocer a “Rafaeh” y “Toñico”, dos místicos horticultores, vestidos de mono mundano y que, personalmente, me hicieron pensar que lo popular y lo culto no pueden estar tan alejados como algunos nos quieren hacer creer.
Podríamos hablar más de filología y de “haute couture”, como dicen los franceses, pero no creo que sea el lugar indicado y tampoco creo que la obra lo exija. Prefiero hablar de películas.
Soy un enamorado del cine y, al leer muchos de los párrafos de este libro, me di cuenta de que hay muchas imágenes y horas de buen séptimo arte por detrás de esta narración. Hay episodios en los que el autor no teclea o escribe con su pluma. Graba imágenes a través de sus palabras, su literatura de zoom, flashbacks, paneos, desplazamientos grabados con la mirada al hombro, le dan al libro un sutil tono policiaco que nunca podrá ser negro porque, disculpad mis referencias nada eruditas, “Sevilla tiene un color especial, Sevilla tiene un color diferente”.
Aprovecho este punto para confesaros que mi ejemplar está lleno de subrayados y anotaciones para, cuando la vida me lo permita, desplazarme a Sevilla, que desafortunadamente conozco de paso, y hacer la ruta literaria de las “Confesiones del apócrifo Cervantes”. Puede que tenga la suerte de cruzarme con algún personaje como el misterioso Gerardo y pasado un par de cervezas deje todo el misterio de lado y se convierta en un amigo.
Pero hay una pregunta que se impone: ¿Cómo sería si esto no fuera ficción y el apócrifo Cervantes cambiara la historia de la literatura universal para siempre?
La respuesta está en las entrelineas de esta novela innovadora y tradicional a la vez, de ritmos y registros distintos asumidos por el rigor del autor desde la primera página.
Jaime Sanchís Mata es el testigo, en el papel, de la tremenda lucidez del autor sobre cómo el mundo extraliterario influye en la difusión de las letras. Jaime Covarsi, tiene aquí una, o varias declaraciones de intenciones como filólogo y hombre de cultura. Por suerte, nosotros lectores no lo tenemos aquí como académico, pero sí porque es poderosísimo narrador y un escritor con presente sin necesidad de apócrifos en el futuro.
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