Le enseñas que los espectros no existen fuera de nuestras cabezas. Pero él, con una imaginación (qué como él mismo me lo recuerda, rima con corazón) ajena a los fantasmas de la infancia paternal, simplemente le hace jaque a su oponente invisible...
Me enseña él tanta cosa, incluso ajedrez, que todavía no sé jugar. El jugador fantasma le da más juego que yo...
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